EL CIELO SOBRE ORÁN (Las aventuras del Capitán Riley) (Spanish Edition) by Fernando Gamboa

EL CIELO SOBRE ORÁN (Las aventuras del Capitán Riley) (Spanish Edition) by Fernando Gamboa

autor:Fernando Gamboa [Gamboa, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub, azw3
publicado: 2017-04-27T07:00:00+00:00


11

El doctor miró hacia el pasillo, donde el gigante malcarado bloqueaba la salida con su enorme corpachón mientras se examinaba las uñas con aire distraído.

Sopesó por un momento las posibilidades que tenía de escabullirse y alcanzar la calle pero, sin necesidad de ser un genio de la táctica, concluyó que era imposible. El tipo gordo seguía detrás de él, y el capitán no le quitaba ojo de encima. Antes siquiera de ponerse en pie, estaría de nuevo atado a una silla.

Sabiéndose sin escapatoria, resopló resignado.

—¿Qué quiere saber?

—Lo que hay en ese vial.

—¿Se refiere… al vial que ustedes dos —miró alternativamente a Julie y Alex— me robaron después de amenazarme, torturarme y dejarme inconsciente?

—¿Eso hicisteis? —inquirió Jack, fingidamente escandalizado.

Riley se encogió de hombros.

—Me pilló en un mal día.

—Pero usted no quería saber nada —le recordó Rieux—. Intenté explicarle de qué se trataba y no quiso escucharme.

—Las circunstancias han cambiado —aclaró el capitán—. Ahora tiene toda mi atención.

—Pero… ¿por qué quiere saberlo ahora? ¿Es que se ha dado cuenta de que no le han pagado lo suficiente?

Riley chasqueó la lengua, negando al mismo tiempo con la cabeza.

—Esto no funciona así, doctor. Yo pregunto y usted contesta. Y si me gustan las respuestas, entonces y solo entonces, podrá hacer usted sus preguntas. ¿Queda claro?

Rieux lo pensó un momento, pero sabía perfectamente que no tenía elección.

—¿Qué hay en el vial? —repitió Riley.

—Una cepa de hongo Penicillium.

—¿Ha dicho hongo? —inquirió Jack, convencido de no haber oído bien.

—Así es. Un hongo.

—Si quiere hacerse el gracioso… —le advirtió Alex apuntándole con el dedo.

Rieux puso los ojos en blanco.

—Miren… si no me creen, este interrogatorio carece de sentido.

Alex tardó un instante en decidir si le tomaba el pelo.

—Explíquese —le ordenó.

El doctor respiró profundamente y preguntó:

—¿Han oído hablar de la penicilina?

Los tripulantes del Pingarrón intercambiaron miradas de desconcierto, hasta que César levantó la mano y contestó:

—Yo sí. Es una especie de medicina milagrosa que descubrió hace unos años un científico inglés, ¿no?

Rieux asintió satisfecho.

—Así es. La descubrió accidentalmente Alexander Fleming en 1928. Es un bactericida muy potente, como nunca se ha conocido antes. La cura definitiva para la mayoría de las infecciones conocidas por el ser humano.

—¿En serio? —inquirió Julie—. Nunca había oído hablar de ella.

—Eso es porque hasta ahora, el proceso de elaboración ha sido tan complejo que el coste resultaba astronómico. Ningún enfermo podía pagarlo.

—¿Y eso es lo que se llevó del laboratorio? ¿Esa penicilina? —preguntó Jack—. ¿Pero no ha dicho que era un hongo?

—El hongo del que se extrae la penicilina.

Riley apoyó los codos en la mesa y tomó la palabra:

—A ver si lo entiendo… ¿Nos está diciendo que lo que hay en el vial es una cepa de un hongo del que se extrae esa penicilina milagrosa? ¿Un hongo que es tan escaso que esa pequeña cantidad que traía con usted vale una fortuna?

Rieux sonrió jactancioso.

—En realidad, es justo lo contrario. Esa cepa en concreto no vale más de unos dólares.

—Ahora sí que me he perdido —confesó Jack.

—Déjese de adivinanzas —le exigió Riley con impaciencia—. Explíquenos sin rodeos por qué es tan valioso ese maldito hongo.



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